1La vida es una prueba.
Dios prueba una
y otra vez el carácter, la fe, la
obediencia, el amor, la integridad y la
lealtad de las personas. Términos como
tribulaciones, tentaciones, pruebas y
purificaciones se repiten cientos de
veces en la Biblia. Dios probó a Abraham
cuando le pidió que ofreciera a su hijo
Isaac. También a Jacob cuando tuvo que
trabajar más años de lo previsto para
ganarse a Raquel como esposa. El
carácter se desarrolla y manifiesta por
medio de las pruebas. La vida en sí,
toda, es una prueba. Cada vez que
superas una prueba, Dios toma nota y
hace planes para recompensarte en la
eternidad.
2La vida es un encargo.
Nuestro tiempo
en la tierra, nuestro ímpetu,inteligencia,
belleza, oportunidades, relaciones y
recursos son todos dones que Dios nos
ha confiado para cuidar y administrar.
La verdad es que no poseemos nada.
Dios nos presta la tierra mientras
estamos aquí. Se la dará a otros cuando
muramos. Él es el dueño, nosotros solo
somos administradores. Según la
parábola de los talentos, al final de tus
días serás evaluado y recompensado de
acuerdo a la manera en que uses lo que
Dios te confió.
3La vida es una asignación temporal.
La Biblia compara constantemente la
vida en la tierra con vivir en un país
extranjero. Este no es tu hogar
permanente o tu destino final. Estás aquí
de paso. Imagina que tu país te pidiera
que fueras embajador en una nación
enemiga. Tendrías que aprender un
nuevo idioma, nuevas costumbres y
otras cosas para cumplir tu misión. Pero
si comienzas a adaptarte mucho y lo
prefieres a tu patria, serías un traidor.
No somos completamente felices acá,
porque no se supone que lo seamos.
Hemos sido creados para algo mucho
mejor.
Cuando tienes esta perspectiva en tu
mente, comenzarás a tomar decisiones
basadas en el largo plazo y no en el
corto plazo. La vida es corta y hay que
aprovecharla, es cierto. Pero eso no
significa que debas comer, beber, y
tener relaciones ilícitas. Al contrario,
significa que debes ser generoso con
todos y esperar en Dios, porque cada
cosa que hagas tendrá una repercusión
en la eternidad. Si ignoras a Dios y
hieres a los demás viviendo
egoístamente, no esperes una gran
recompensa cuando mueras. Siempre
ten en cuenta que esta vida no lo es
todo, y que algún día tendrás que dar
cuenta de todos tus actos, sean buenos o
malos (Ef. 3:18-21).
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